El cuerpecillo de mi hermano se escabulló sin previo aviso entre las sábanas, dándome un pequeño susto ya que esta noche no lo veía venir, hace muchas noches que Lucca no se colaba a mi cama para dormir conmigo cuando estaba asustado. Doy gracias a que estaba lo suficientemente oscuro para que el no se percatara de mis ojos irritados que hace un momento parecían cascadas. Lo acuné en mi pecho y apagué el IPod, dejando que la melodía surja por si sola en mi cabeza.
Sé que soy una mierda de persona, pero al menos para el aún soy el mejor hermano mayor.
Sé que soy una mierda de persona, pero al menos para el aún soy el mejor hermano mayor.
Marcela es mi novia, llevamos saliendo algo así como... ¿3 o 4 años? Tal vez más pero la verdad me parece una estupidez todo eso de contar el tiempo, de todas maneras vamos a terminar ¿no es así?. Claro que lo es. A Marcela no la amo, y eso lo averigüé a penas dos semanas después de que le pedí que fuera mi novia. Me gustaba, sí. Era la típica chica linda que saldría con el chico que le ofreciera más y bueno, la tengo conmigo desde entonces. Más que una novia la siento como mi compañera, follamos mínimo una vez por semana, escuchamos música en mi habitación, cada uno pendiente de su propio móvil. A veces me pregunto por qué sigo con ella, si sé que ninguno es sincero con lo que siente por el otro pero luego recuerdo que tiene unos pechos enormes y lo mucho que me gusta rozar mi polla entre ellas. Fin del asunto.
Se acerca el cumpleaños de Lucca, y por sus cinco años quiero regalarle su primer disco de música. Probablemente me odie porque no le daré los muñecos de acción que tanto quiere pero me lo agradecerá en unos diez años. No tenía dinero así que le pedí a Marce que me preste algunos billetes. Si bien hace mucho que perdí interés en ella, me gustaba presumirla en las calles. No era una super modelo pero tenía un cuerpo que seguro cualquier hubiera querido coger. En fin, apagué mi cigarrillo antes de entrar a la tienda de discos y lo destrocé con la punta de mis converse justo en la entrada. Solté a Marcela de la cintura, ya no la necesitaba. Empecé a buscar entre los estantes algún disco de Bright Eyes, el que fuera. Al no encontrar nada me di por vencido y fui hasta el mostrador para pedirle ayuda al vendedor, tal vez el podría sugerirme una buena banda para un niño de cinco años.
-Hey. -Le advertí y el muchacho no parecía escuchar así que hice una pequeña bola con uno de los flayers que se encontraban en el mostrador y se la lancé a la espalda. El volteó en cámara lenta, con el ceño fruncido y los labios apretados en una línea.-
-¿..Mathías? -Fue lo único que pude pronunciar al reconocer al que había sido mi mejor amigo durante los primeros años de primaria. Mathías, el niño que desapareció el día de mi 10mo cumpleaños, quien no asistió a la celebración y por quien me sentí abandonado por primera vez.-
-¿En que puedo servirte? -Me miró la persona tras el mostrador con la cara más indiferente del mundo. En medio de mi shock noté la pequeña placa que leía 'Mathías" y también que el no me había reconocido. Debió notar mi cara de trauma, por lo que salió hacia donde yo estaba y tocó mi hombro algo preocupado.- ¿Te sientes bien? ¿Necesitas ayuda para alcanzar uno de los estantes? -Negué con rapidez y me disculpé, saliendo a trompicones de uno de mis lugares favoritos en esta mierda de ciudad a donde pertenezco.-
Mathías Gaillard, quien había sido mi mejor amigo durante los años más inocentes de mi existencia. Cuando el y su familia se mudaron sin previo aviso fui yo quien más sufrí. En mis cortos 10 años nunca había sentido lo que era el dolor del abandono o la traición, y desde ese día todo cambió. Antes de volver a casa me senté en el parque donde traía a Lucca a jugar y donde venía también con Marcela a fumar. ¿Qué hacía el aquí de nuevo? ¿Después de lo mal que quedó su familia al fugarse de la nada? ¿En verdad no me reconoció? ¿Es que acaso el nunca me extrañó? Introduje el último cigarro en mi boca, esperando que el espeso humo ahogara estos repentinos e innecesarios sentimientos. Me coloqué los audífonos y me recosté sobre la hierba, eran casi las 7 y empezaba a oscurecer, perfecto. Subí todo el volumen de la música y dejé que la letra de la canción substituyera cada palabra en mi aturdida mente. Cerré mis ojos y empecé a llorar.
Desperté sobre la hierba fresca, totalmente empapado por la humedad de la noche anterior. Era febrero y este había sido uno de los inviernos más fríos que yo en mis diecinueve años había vivido. Ni siquiera cuando con mi madre y mi hermano partimos de Suiza tras el asesinato de mi padre. Mis párpados permanecían pesados y mis pestañas cubiertas por legaña, además un sabor metálico predominaba en mi boca. El cielo aún seguía oscuro, apenas unos cuantos rayos de luz se colaban por las grandes nubes, era realmente maravilloso ver el amanecer al aire libre, estando solo.
Desperté sobre la hierba fresca, totalmente empapado por la humedad de la noche anterior. Era febrero y este había sido uno de los inviernos más fríos que yo en mis diecinueve años había vivido. Ni siquiera cuando con mi madre y mi hermano partimos de Suiza tras el asesinato de mi padre. Mis párpados permanecían pesados y mis pestañas cubiertas por legaña, además un sabor metálico predominaba en mi boca. El cielo aún seguía oscuro, apenas unos cuantos rayos de luz se colaban por las grandes nubes, era realmente maravilloso ver el amanecer al aire libre, estando solo.
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